Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
-2 Corintios 3:18-
Integridad es la clave. No podemos ser diferentes a lo que nuestro corazón contiene. Las apariencias engañan, pero Dios nunca podrá ser burlado. Nada existe que podamos esconder de la presencia de Cristo, es imposible ocultar nuestros pensamientos, nada aparece encubierto bajo su mirada.
La buena noticia es que podemos ser transformados. Esa verdad sólo ocurre por el poder del Espíritu Santo. Podremos tener las mejores intenciones de cambiar para bien y aunque se necesita esa disposición, la actitud por sí sola no logrará que ocurra algo a tu favor si no te sometes en obediencia a Dios, te acoges a sus principios y obras conforme a su voluntad.
No basta la “bien intencionada” información recibida de los que luchan por programar tu cerebro con la autosuperación personal, con “el poder está en tu mente”, “todo lo que quieres puedes hacerlo” y las demás cosas que los medios, redes sociales o tendencias quieren inyectar en tus pensamientos. La verdad es que el corazón del hombre de donde mana la vida puede ser cambiado con la presencia de Cristo y renovarse para tener un cambio que sólo es posible por Él.
En un espejo podemos naturalmente considerar nuestro rostro tal cual es pero podemos así tan pronto al ya no verlo olvidar cómo éramos. Cuando nos miramos en la luz de Cristo podemos reconocer cuánta oscuridad había en nosotros y lo diferentes que somos ahora que su resplandor nos alumbró.
Oración
Te damos gracias Señor porque somos nuevos en ti y ya no como éramos, podemos ser diferentes por tu obra en nosotros. Ayúdanos a ser reflejo de tu amor y bondad.
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